viernes, 9 de diciembre de 2016

El día más oscuro


Mariona se despertó a las seis y media de la mañana. Su cerebro se activó de inmediato y comenzó a pensar en el examen que tenía dos días después. Trató de relajarse y dormirse, pero le fue imposible. Se levantó de la cama y se dirigió al lavabo. No encendió las luces, entraba suficiente claridad por las ventanas. El piso estaba en calma, no había ni el más mínimo ruido, las puertas de las habitaciones de sus compañeras de piso permanecían cerradas. Regresó a su cama cruzando de nuevo el pasillo. Durante un largo rato buscó mil veces la postura que le permitiera relajarse y dormir, pero no tuvo éxito. Empezó a oír ruidos, parecía que Natasha salía de la habitación pero la puerta volvía a crujir sin apenas darle tiempo a llegar a la mitad del pasillo. La secuencia se repetía a los pocos minutos, daba la sensación de que Tash entraba y salía de su cuarto sin ningún destino. Cuando se cerró la puerta por última vez, escuchó la fricción de un cuerpo contra la pared de su habitación, alguien la recorría despacio, de lado a lado.  Para callar a su imaginación decidió ponerse unos capítulos de una serie ligera y dormirse con ellos, el ruido del ordenador tapaba cualquier otro sonido. Se convenció de que no era nada y finalmente cayó en un profundo sueño.
Por la mañana estaba agotada, no podía moverse, tardó mucho tiempo en poder salir de la cama, y cuando lo hizo se desplazaba encorvada, agarrándose a los muebles para mantener la verticalidad. Llegó al baño dispuesta a darse una ducha pero se desplomó en el lavamanos, sentía que pesaba varias toneladas, tenía la sensación de que el lavabo cedería bajo su cuerpo. La mente no le funcionaba correctamente, la vibración de los sonidos que provenían de la calle distorsionaban las imágenes. Tash entró en el baño e ignoró completamente su estado, reclamaba el espacio para ella. Cuando Mariona pudo levantar la vista, y mirarla, vio pasar detrás de ella una figura oscura que giraba la cabeza para observarlas. No pudo ni mover un dedo para señalar, ni articular una sola palabra. La sombra atravesaba la pared en dirección al cuarto de Justine. Faltaba luz para ser de día, ni siquiera con el cielo gris había visto tanta oscuridad en aquella ciudad. Tash giró el mando del grifo y Mariona recibió un chorro de agua fría en su hombro derecho. La distracción que esto le causó, a su mente embotada, le permitió preguntar por su otra compañera de piso. Está en su habitación le dijo Tash, ¿qué es lo que te pasa?, ¿por qué tú estás así? preguntó con su marcado acento inglés. Mariona se incorporó haciendo un gran esfuerzo y apoyándose en las paredes, que estaban heladas, llegó hasta la habitación de la más pequeña. Cuando abrió la puerta, dejando caer todo su peso sobre la manecilla, no vio a nadie. Llamó a Tash para decírselo y cuando está llegó le dijo que cerrara la puerta y dejara dormir a Justine. Mariona no la veía, la cama estaba vacía y sin hacer, como siempre. No está, dijo con un hilo de voz. Sintió a Tash en la espalda. Está dormida, ¿no la ves?, ¿cuánto bebiste ayer?, le dijo con tono impaciente. Oyó como su compañera se alejaba y se encerraba en el cuarto de baño.
Mariona no entendía nada, no podía pensar con claridad, no tenía fuerzas para mantenerse en pie, y cada vez le costaba más ver algo en aquella falta de luz. Cuando se dispuso a girarse, para recorrer el pasillo y tumbarse en el sofá, algo se lo impedía.  Ella trataba de que su lado derecho retrocediera pero este encontraba un obstáculo. No se atrevía a girar la cabeza que permanecía asomada a la habitación. Dejó de respirar para escuchar atentamente cualquier ruido. A los pocos segundos oyó de nuevo el sonido de fricción de la noche anterior, pero esta vez le acompañaba un agudo dolor que la hizo doblarse y caer al suelo. Mientras su cuerpo se desplomaba la oscuridad era total y cuando pudo intuir algo, vio a la oscura figura que pasaba a través de ella. No podía gritar, no podía llorar, ni moverse. Se quedó de rodillas, con el rostro petrificado, contemplando como aquel ser, que ahora estaba en frente de ella, alargaba lo que parecían sus extremidades, hacia la cabeza de Mariona. Sintió de nuevo la punzada y esta vez gritó. Tash salía del baño y de forma mecánica, como si aquello sucediera todos los días, levantó a su compañera del suelo para acompañarla a su habitación.  Al llegar al umbral de la puerta Mariona se resistió, veía como del arcón de su abuela salían hilos de sombras y algo, desde dentro del baúl, le susurraba palabras que no podía entender. Se dio la vuelta y se arrastró hasta el comedor. Allí los muebles no estaban dispuestos de la forma habitual y las ventanas del balcón parecían un muro negro. Se dejó caer en el sofá y vio como  el ser aterrador la miraba desde la puerta de la cocina. Cerró los ojos y desfalleció.

Habían pasado más de diez horas cuando volvió en sí, y su estado era el mismo que el de antes de  desfallecer, apenas tenía fuerza para mantener los párpados levantados. Intuía lo que sucedía entre imágenes intermitentes y borrosas. Solo escuchaba un leve y constante pitido que venía de dentro de su oído. Notó como algo le pesaba en los pies y se subía encima de ella. La presión en el pecho le impedía respirar y el frío era insoportable. Sintió arañazos, eran profundos porque la sangre que emanaba de sus brazos calentaba levemente su carne helada.  Giró la cabeza para esquivar la visión de aquello que le estaba cubriendo, y cuando abrió por última vez los ojos, vio a Tash levantando por el cuello el cuerpo inerte de Justine  y  paseándolo de punta a punta de la habitación, contra la pared.